Por María Julia Mayoral
Ginebra, 9 ago (Prensa Latina) Las principales bolsas del mundo dieron hoy muestras de recuperación, tras millonarias pérdidas en días recientes, pero los desplomes podrían continuar en el futuro porque el mal de fondo sigue sin solución.
Muchos achacaron el incidente a cuestiones específicas y coyunturales, como los temores de recesión en Estados Unidos y a la subida de tasas del Banco en Japón, desencadenante de ventas masivas de activos de riesgo.
Frente al descalabro del 5 de agosto de 2024, diversos analistas recordaron el lunes negro del 19 de octubre de 1987, uno de los momentos más oscuros en la historia de Wall Street, cuando el índice Dow Jones Industrial Average cayó 22,6 por ciento en apenas una jornada, pero el asunto no es coyuntural.
El sistema monetario internacional (SMI) prevaleciente «genera al menos cinco problemas de suma gravedad, para los cuales no existe una solución en las condiciones del orden financiero internacional» actual, sustenta el experto Francisco Soberón, quien fue ministro presidente del Banco Central de Cuba desde 1995 hasta 2009.
En el libro «El pensamiento económico de Fidel Castro en las relaciones económicas internacionales», Soberón defendió la tesis anterior, considerando el conjunto de leyes, reglas, costumbres, acuerdos, instrumentos de pago y de crédito, e instituciones que sirven de marco a las operaciones en los mercados de divisas.
El SMI está caracterizado «por la ausencia de mecanismos de regulación; la alta volatilidad de los tipos de cambio; la concentración de los recursos monetarios en un reducido grupo de inversores financieros; y la vertiginosa rapidez y extraordinario volumen de sus transacciones», argumentó.
En las condiciones del orden financiero internacional no hay soluciones para problemas como la volatilidad de las tasas de cambio, la especulación en los mercados de divisas convertida en una actividad de alto riesgo para los Estados, incluidos los de mayor robustez económica.
Para estudiosos como Soberón, otro factor de «perenne desasosiego para la comunidad internacional» es que la liquidez mundial depende en lo esencial de la política de una sola nación, Estados Unidos, un extraordinario privilegio que le permite sacar adelante su agenda política y económica en detrimento de los intereses del resto.
A juicio del doctor en ciencias Julio C. Gambina, de Argentina, los recientes sucesos bursátiles no deberían ser motivo de sorpresa, pues aun, cuando todo pareciera resuelto, lo que está detrás es la crisis contemporánea de la economía mundial, la cual se hizo visible entre 2007 y 2009 y que persiste con ritmos bajos de crecimiento.
En su artículo el «Pánico bursátil de un lunes negro», el también integrante de la Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico advirtió que las contradicciones puestas de relieve en este caso denotan la crisis global no resuelta.
Según destacó, el orden mundial ya no crece a los ritmos del período de 1945 a 1975, los llamados «30 años gloriosos» del capitalismo que supuestamente definía al «estado de bienestar».
La respuesta desde entonces, contrastó, es «una fortísima ofensiva del capital para retomar la tasa de rentabilidad, y por eso las políticas neoliberales que se ensayaron en Sudamérica bajo dictaduras, que luego se instalaron en EEUU y en Gran Bretaña como restauración conservadora».
Un proceso sustentado en el desarrollo del capital ficticio que alimentó la burbuja especulativa, la cual domina el mercado internacional contemporáneo, recordó.
Al decir del académico, lo que aconteció durante el reciente lunes negro denota «las incertidumbres del orden mundial, en disputa desde la multipolaridad que empuja China y varios países llevados a esas alianzas por las sanciones unilaterales emanadas desde EEUU y que acompañan sus socios globales».
El episodio bursátil japonés del 5 de agosto constituye una manifestación más de la crisis mundial del capitalismo, que incentiva respuestas más agresivas por la vía de la militarización y la avanzada de una estrategia de mercantilización para el desarme de la institucionalidad sustentada en derechos, subrayó el investigador latinoamericano.